miércoles, 6 de octubre de 2010

DISCURSO DEL DOCTOR ANDRÉS TOWNSEND ESCURRA

Homenaje del Parlamento
DISCURSO DEL DOCTOR ANDRÉS TOWNSEND ESCURRA, DIPUTADO POR LAMBAYEQUE, EN HOMENAJE AL DR. VÍCTOR ANDRÉS BELAUNDE
Sesión del 15 de Diciembre de 1966

El señor TOWNSEND EZCURRA.-
Señor Presidente:
En nombre de la Célula Parlamentaria Aprista quiero asociarme al homenaje que esta mañana se tributa a la memoria del que fuera en vida don Víctor Andrés Belaunde Diez Canseco.

Lo hacemos desde la trinchera partidaria e ideológica de quienes tuvimos con el doctor Víctor Andrés Belaunde diferencias profundas; que lo combatimos y que fuimos combatidos por él. Pero en esta hora póstuma, de la reconsideración y del recuerdo, sólo cabe de nuestra parte, para esta figura descollante de las letras, de la política y de la diplomacia nacionales, nuestro sentido y profundo homenaje.

Víctor Andrés Belaunde perteneció a una generación por muchos títulos, notable en la historia del país y es el último que se extingue de esa promoción humana que contó entre sus valores sobresalientes a José de la Riva Agüero, a Francisco y a Ventura García Calderón, a José Gálvez y a tantos otros.

Víctor Andrés Belaunde identificó su destino y su vocación con los problemas del Perú: desde su ingreso temprano al servicio del Ministerio de Relaciones Exteriores, hasta su culminación patriarcal y patricia de la noche de ayer, ejerciendo la Representación del Perú ante las Naciones Unidas, cargo que le correspondió desempeñar con breve interregno, desde el nacimiento de la Organización.

Belaunde fue un intelectual proteico, fecundo, laborioso e imaginativo como pocos en la historia contemporánea del país. Entregó su preocupación intelectual a los más diversos quehaceres. Fue habilísimo diplomático, eximio orador de escuela clásica, polemista, tribuno parlamentario, ensayista, místico en sus momentos supremos de interés por los problemas trascedentes del hombre, hombre cordial, peruano enterizo en todas sus cualidades.

Víctor Andrés Belaunde tuvo un puesto como representante por Arequipa en este mismo hemiciclo y tomó parte de las deliberaciones históricas que culminaron en la redacción de la Carta Constitucional de 1933, sabio instrumento que todavía nos rige. Belaunde manifestó su preocupación por incorporar a esta Carta nuevos dispositivos adecuados para resolver problemas del estado moderno, tanto en lo social como en lo político. Realzó la importancia del Parlamento, y subrayó la necesidad de establecer un Consejo de Economía Nacional, coincidiendo con tesis que había postulado nuestro Partido durante la campaña electoral. Aportó en suma, el vasto repertorio de su erudición, de su conocimiento y de su ardido desvelo por los destinos del país en aquellos años fecundos y dramáticos del 31 al 33.

Víctor Andrés Belaunde tomó asiento en el sector de la derecha y tuvo frente a él, en los momentos cenitales del debate constitucional a las grandes figuras de nuestra primera Célula Parlamentaria Aprista. Entre las páginas más notables de la historia parlamentaria peruana, habrán de figurar siempre, con valor de antología, los debates que entonces protagonizaron Víctor Andrés Belaunde en nombre de un pensamiento tradicional y conservador del país, renovado por las proyecciones que le diera el autor de “La Realidad Nacional” y el pensamiento que irrumpía vigoroso, pujante y revolucionario del Apra, a través de Manuel Seoane, de Luis Alberto Sánchez, de Pedro Muñiz, de Manuel Arévalo, de toda aquella falange que debió dirimir posiciones y aclarar ideologías en el gran debate con Víctor Andrés Belaunde.

Yo sé bien, porque fui amigo de hombres de uno y otro bando, -en algunos, con cercanía de hermano-, en otros, con la amistad que me brindó en sus últimos años Víctor Andrés Belaunde, sé como estas figuras se respetaron y cómo alternaron con dignidad en el debate de las ideas y para mí, será siempre un hecho infortunado que Víctor Andrés Belaunde a partir de 1933, cuando definió una figura de ideólogo, no continuara esta trayectoria política y no diera a nuestra derecha peruana, lo que tanto tiempo ha venido necesitando, es decir una creación ideológica, un programa, una norma política. La ausencia de un creador y de un estilista de las ideas al modo de Víctor Andrés Belaunde, cooperó a que la tendencia tradicional y conservadora de nuestro país buscara los caminos de la fuerza y no se interesara por darse, como lo intentó Belaunde en 1930, la norma y la disciplina ideológicas que tanto necesitaba el país para bien de ese grupo y para bien de los grupos que se le oponían.

Debo recordar como Parlamentario que el doctor Víctor Andrés Belaunde tuvo aquí, en esta Cámara, una actitud valerosa y enérgica de solidaridad con los Diputados Apristas, cuando estos fueron extraídos violentamente por el régimen dictatorial iniciado a partir del 15 de febrero de 1931, y que entonces, como a lo largo del debate constitucional, don Víctor Andrés Belaunde levantó su voz en defensa de los fueros parlamentarios brutalmente atropellados.

Fue otro después el cauce de su vida. Volvió a sus primeras inquietudes de la diplomacia, sirvió al país con singular nombradía y alcanzó lo que debe considerarse la cina y culminación de una carrera, como fue la Presidencia de la Asamblea de las Naciones Unidas en 1959. Tuve entonces el privilegio de conocerlo y de acompañarlo en representación del Perú y me consta que esta figura patriarcal, vinculada a la obra de la organización desde la Carta misma de San Francisco, vehemente, gestuosa, llena de brío no obstante su ancianidad, llegó a convertirse en una de las figuras clásicas y respetables de esa gran comunidad internacional que lo reconocía implícitamente como el Decano de los representantes ante las Naciones Unidas.

Debo completar esta apresurada silueta del gran desaparecido recordando su ingente cultura y las preocupaciones de orden religioso y de orden peruano que influyeron en su fecunda producción. Belaunde vivió preocupado por el tema de Dios; desde los instantes juveniles de la disconformidad y de la protesta, similar a la de sus compañeros de generación, hasta el regreso al seno de la Iglesia para profesar, como ellos, con devoción ascendrada y hasta espectacular, la religión de sus mayores, Belaunde cultivó, entre los valores esenciales de la catolicidad, a dos grandes figuras, una santa y una laica. A San Agustín, el gran converso y a Pascal, el filósofo del siglo XVII contaminado, empero del austero pensamiento jansenista. Se movió entre estas dos figuras con afecto y hasta con ternura y profundizó, en múltiples lecturas, las fuentes mismas de los Libros Sagrados y la sabiduría escolástica. Se abrió siempre, con su mocedad intelectual e irredimible de anciano victorioso, hacia los problemas de la modernidad. Todos los que le conocieron recordarán, esta capacidad de Víctor Andrés Belaunde por interesarse por las cosas nuevas, los autores recientes, los libros inéditos, la frescura de un aporte original. En nuestro país y en nuestros países latinoamericanos, donde la inteligencia se riega con tanta generosidad, pero que se agosta y marchita con tan lamentable prontitud, la presencia de ancianos como Víctor Andrés Belaunde es motivo para reconfortar nuestro optimismo en la capacidad de juvenilia de la raza.

Señor Presidente: Tuvimos, como señalé al comenzar, este homenaje, graves diferencias con el doctor Belaunde. Mantuvimos con él serias discrepancias y luchamos en los terrenos de la ideología y de la política contra ideas y actitudes que tuvieron el él defensor. Pero en este momento supremo de su muerte, cuando entrega su alma a ese Creador, cuya presencia y cuyo mensaje tanto le apasionaron durante su vida, no tenemos que decir sino nuestra palabra de solidaridad de peruanos en el duelo que afecta a su familia y conmueve al país.

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