jueves, 7 de octubre de 2010

EDITORIAL DE "LA PRENSA" - HOMENAJE

VÍCTOR ANDRÉS BELAUNDE


Editorial de La Prensa, Lima 16 de Diciembre de 1966

Era tan extraordinaria la vitalidad de Víctor Andrés Belaunde que la noticia de su muerte, ocurrida en la víspera de su octogésimo tercer cumpleaños, aún se antoja difícil de creer. Horas antes había pronunciado en las Naciones Unidas un sabio y enérgico alegato en defensa de los poderes de la Asamblea General.

Los más fervorosos entusiasmos de sus dos últimas décadas de vida fueron dedicados por Belaunde a la organización mundial, en la que había representado al Perú desde la conferencia inaugural de San Francisco y en la que había presidido el Consejo de Seguridad, primero, y la Asamblea General, después. Su nombre está ligado a muchos debates esclarecedores e hitos importantes en la vida de las NU., y singularmente a la genuina universalidad de la organización, por haber sido Belaunde el gestor de la fórmula de arreglo que rompió el “impasse” que se oponía a la admisión de nuevos miembros.

Pero la figuración internacional de Víctor Andrés Belaunde no puede opacar su esencial significado peruanista, del que aquella fue la manifestación externa. “Peruanidad” fue precisamente el título de una de sus obras principales, contribución sañera a una filosofía de la historia del Perú.

El Perú fue también el personaje principal de sus libros “Meditaciones Peruanas” y “La Crisis Present”, colecciones de ensayos políticos y sociológicos; “La Realidad Nacional”, respuesta a los 7 ensayos de Mariátegui; “La Constitución Inicial del Perú”, y “Nuestra Cuestión con Chile”, exposiciones ambas de los derechos territoriales del país. Entre los muchos otros volúmenes de la copiosa bibliografía de Belaunde, no se pueden olvidar su biografía de “Bolívar”, sus intervenciones parlamentarias de la Constituyente de 1931 recogidas en “El Debate Constitucional”, su reciente libro sobre las Naciones Unidas y sus tan esperadas pero ya, por infortunio, inconclusas Memorias, de las que había alcanzado a publicar los dos volúmenes sobre la Arequipa de su infancia y sobre su juventud en la Universidad. Hay que mencionar también sus libros filosóficos, como “La Filosofía del Derecho”, y “El Cristo de la Fe y los Cristos Literarios” de honda raíz agustiniana. Hasta la víspera de su muerte, Belaunde hacía vigilia cada madrugada para leer devotamente algunas páginas de San Agustín.

La intervención de Belaunde en la vida pública peruana no se limitó a la diplomacia, en la que sirvió desde los 17 años hasta los 83, sin más interrupción que el curul y el exilio. Este le fue impuesto por la defensa que, como maestro universitario, hizo de los fueros del Poder Judicial. Se ha dicho ya que integró la Constituyente y habría que añadir que, como uno de los redactores del Anteproyecto y como miembro de la Comisión que lo dictaminó, estuvo entre los padres de la actual Constitución de la República.

Sólo a los 74 años, aunque en pleno vigor de su formidable salud física y espiritual, se le encomienda el Ministerio de Relaciones Exteriores al más eminente internacionalista del Perú. Él habría de sacrificar esa posición para que la misma justicia se hiciera, aunque también tardíamente, a otro ilustre postergado, Raúl Porras.

Maestro universitario de impar sabiduría, Víctor Andrés Belaunde fue Maestro también en la más difícil y noble de las enseñanzas: la de vivir a plenitud, con generosa entrega de sí mismo, al servicio de su país y de la humanidad.

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