Discursos en el Cementerio
Formando parte del cuerpo de nuestra nación, de sus leyes, instituciones, disposiciones administrativas, pero formando parte sobre todo del alma de nuestra nación de sus ideales, sus aspiraciones, sus angustias como del pulso de sus días, unida con una maternidad intelectual y moral a muchos hombres en quienes parece como anhelar más hondo el espíritu de la patria, vive hace 50 años, la Universidad tuvo en el Maestro Belaunde un apoyo, una inspiración y una guía.
Comprenderéis por qué al callar ahora su voz, el silencio nos sobrecoge primero y nos obliga después a oír los otros modos, a buscar los otros vestigios, cómo su inspiración, su guía pueden llega hasta nosotros.
Nos sobrecoge el silencio de quien fue voz, palabra ardiente, imagen modulada por la emoción, la inteligencia.
Nos sorprende la rigidez de un cuerpo cuya actividad pasmosa lo hacía casi diáfano, transparente, dócil al espíritu.
Nos confunde la falta de la luz en sus ojos, esa luz que no sólo era el fulgor, el brillo de su inteligencia, sino también la mirada amiga, amable, la que censura, como la que atrae.
El frío de su cadáver contrasta tanto, es tan opuesto al calor ardiente de su afecto de amigo, de maestro, de creyente, de buscador incansable, de peregrino del mundo!
Esto es irreversible: Cuando vuelvan su voz, su mirada o el calor de su cuerpo se habrá acabado el tiempo que contamos los hombres, y empezará el día del Señor, cuando Él marcará el tiempo si orillas.
Es cierto, pues, que no podemos ya ir tras el llamado de su voz amiga, ni podemos leer en su mirada la decisión de su voluntad, ni sentir la fineza de su afecto; por otros vestigios hemos ahora de andar para encontrar su inspiración.
La Universidad es la certeza firme que se afianza en el saber iluminado por la fe.
La Universidad es la búsqueda incesante de las verdades a que ese saber se extiende y con las que se ilustra.
La Universidad es el amante, apasionado empeño, de que la verdad ilumine la vida de las naciones, los pueblos, o la humanidad entera: por eso la Universidad es la patria hecha lección, preocupación y amor intelectual como el que Spinoza reserva para las más grandes entre las cosas.
La Universidad es, además, el trabajoso esfuerzo, el trajín sin desmayo para que aprender y estudiar, dialogar y buscar la verdad, puedan ser hechos con decoro, libertad y seguridad.
El testimonio de su vida, la “Palabras de Fe” ó “El Cristo de la Fe” del Maestro Belaunde, son algunos de sus muchos testimonios, de cómo la tensión entre saber y creer es una tensión real, son además, la prueba viva de que esa tensión tiene solución, pero que la solución no es una fórmula sino un espíritu, una actitud que la Universidad Católica tiene la misión y la obligación de crear.
No hay Universidad donde no hay búsqueda de verdad, ya sean las verdades de unos límite territoriales, como las leyes internas que dan consistencia y dinamismo a una síntesis que vive. Para la Universidad Católica será siempre una inspiración la inquietud de este constante buscador que enseñó a buscar, despertó en muchos la ambición de conocer.
La fe del Perú, la vida del Perú, la historia del Perú, los hombres del Perú, conformamos una síntesis viviente que es la peruanidad. Belaunde fue el alquimista que estudió esa síntesis y su taller, sus alambiques y redomas para el análisis o las pruebas, fueron su casa y nuestra casa: la Peruanidad y su estudio estarán siempre asociados al Maestro Belaunde y a la Universidad Católica del Perú.
Pero, además de dedicarse en la Universidad a las grandes urgencias intelectuales, Belaunde también trabajó con tesón y desinterés admirables en su gobierno. Su título de Rector Emérito es quizá el más justamente concedido por la Universidad: desde que ingresó a ella fue miembro del Consejo Superior, más de 35 años en el máximo órgano del gobierno de entonces y en los que después se sucedieron al perfeccionarse la estructura y sistema de gobierno de la Universidad Católica.
Por estos caminos de síntesis de fe viviente, ardiente pasión intelectual, amor sin fronteras al Perú y amor a la Universidad leal y sacrificado, como todo amor auténtico, podremos los hombres de la Universidad encontrar la voz amiga, la guía, la inspiración de Belaunde.
Estas palabras no son nuestro homenaje, su homenaje es la obra por él hecha y la que muchos otros han hecho y hacen la Universidad inspirados por él.
Con Belaunde muere uno de los hombres que Dios providencialmente asoció con el Padre Jorge para establecer la Universidad, tales fueron José de la Riva-Agüero, Cristóbal de Lozada, Raymundo Morales de la Torre.
Menciono a algunos de los fallecidos. Nos queda a los que vivimos y fuimos testigos de la dedicación de Belaunde y estamos como él convencidos de la importancia de la obra, no sólo continuar sino mejorar la Universidad Católica.
Siento frío ante la grandeza de la misión, afectivamente siento la falta de este amigo y consejero, por eso mi fe de cristiano me vuelve a Dios y a un nuevo intercesor que la Universidad tiene ante Él y le encomiendo, le pido, que continúe velando desde el cielo por lo que tan noble, tan celosa, tan abnegadamente trabajó en la tierra.
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