jueves, 7 de octubre de 2010

LA MUERTE DE UN NOVECENTISTA - HOMENAJE

VÍCTOR ANDRÉS BELAUNDE

Por HUGO NEYRA

De Estampa, suplemento dominical de Expreso, 18 de Diciembre de 1966


Ha muerto Víctor A. Belaúnde. Ha muerto pues, el último de los novecentistas. Destaco este hecho entre otros aspectos que son contingentes a este duelo. Porque el silencio ha descendido no sólo sobre un hombre, sino también, sobre una generación. He aquí, pues, lo esencial y significativo de este acontecimiento con Belaunde se extingue la generación del 900. La generación, es preciso decirlo, que funda el Perú contemporáneo. La historia viva de nuestro tiempo, de la Guerra con Chile a nuestros días, el derrotero intelectual del Perú, moderno, la aparición de toda meditación radical sobre el país, el inicio del ensayo y la reflexión social, en suma, el quehacer de las generaciones siguientes, son el legado que nos dejó la “elite” intelectual del 900.

Así, con los libros de los García Calderón, de Riva Agüero, de Javier Prado, de Encinas y Manuel Vicente Villarán, de V.A. Belaunde, arranca la preocupación por la esencia del país, por el paisaje, por la conquista, por la conquista de nuestra geografía, por el conocimiento de nuestra historia. Son ellos el origen del compromiso. Del arraigo, Fundan los novecentistas, entre nosotros los peruanos, la moderna Historia, la Sociología y la Economía. Preparan el país a las grandes ideas y corrientes del siglo. Esos “profesores de idealismos” que sin embargo, en el Perú actual tan poco se conocen y leen. Son, en suma, nuestros primeros intelectuales. Pero eso no es todo. La obra de los novecentistas no sólo tiene un primado intelectual y magisterial. Ellos están unidos a la raíz y los cimientos del Perú actual. El Perú moderno comienza con los novecentistas. Y el período de apogeo de éstos, entre 1895 y 1919, es decir, entre Piérola y Leguía, coincide también con uno de los períodos más estables y dinámicos de nuestra economía. En esos años se dibuja definitivamente el actual paisaje productor y social del Perú. A este período de auge social y financiero que coincide con el auge intelectual de esta elite, Basadre ha de llamarlo “período de reconstrucción y progreso”. No se puede hacer, pues, ni historia económica ni social, ni trazar el itinerario de las ideas en el Perú contemporáneo sin relevar a Belaunde y a su generación. Ellos marcaron el rumbo cultural del país desde los albores del siglo. El signo de la obra y de la vida de Víctor Andrés Belaunde se explica pues, ubicándolo en el horizonte de esa generación a la que encarnó y prolongó hasta nuestros días.

UNA REPARACIÓN

Esta nota, es también, una reparación. La obra y el valor de esa generación, a excepción de Riva Agüero, no ha sido suficientemente destacada. Se les ignora en nuestras Universidades. Están ausentes en los libros de enseñanza. No existe el estudio, tesis o antología que reúna los textos de estos pensadores, sin cuya obra no se explica la aparición de Mariátegui, Haya, ni todo pensamiento y meditación posteriores.
Bajo las grandes bóvedas de la Biblioteca Nacional de París leí, con doble congoja de peruano y escritor, el admirable ensayo de Francisco García Calderón, “Le Perou Contemporain” (1907) hasta hoy sin traducir. La obra misma de Mariano H. Cornejo, cuyo aniversario se cumple en este año, sus discursos parlamentarios, esos dos tomos de sociología general que dieron lecciones de positivismo desde la Argentina a México, son sólo conocidos por eruditos o curiosos. La misma obra de Belaunde merece ser recopilada. Y aquel admirable ensayo de 1914, “La Crisis Presente”. O “Meditaciones Peruanas”. Sin embargo, ¿por qué este olvido?

1923: LA GENERACION POLÉMICA

Porque los novecentistas fueron víctimas de la querella entre generaciones. El drama y la gloria de este “elite”, se puede resumir en dos frases: señorearon sobre la vida y la cultura peruanas, desde 1895 a 1919. Pero, la llegada de Leguía de un lado, y del otro, la emergencia de la generación de 1923, provocó el desplazamiento, el voluntario exilio, la muerte civil de los positivistas y liberales del 900. El oncenio los desalojó del poder político. La generación de la Reforma Universitaria, el Marxismo, el Apra, Amauta y la CTP, los desalojó del poder político y también del liderazgo ideológico. Lo sabemos, Riva Agüero y Belaunde parten al destierro (1919-31). Pero eso no es todo. Al volver al país una generación iconoclasta, que ha descubierto el poder del sindicato y el valor de la masa, la lógica del marxismo y el sabor de la acción directa, los esperan en las universidades, en las curules, en las calles. Frente a los García Clderón, los riva Agüero, los Belaunde, están los Mariátegui, los Haya, los Sánchez, los Seoane. Es una querella de generaciones, cierto. Pero hay algo más: las de la generación del 23 exagerarán sus méritos y harán olvidar al país los de los que les precedieron. Los arielistas no reconocen el valor de los anatolianos. Y sin embargo…

¡La obra misma de la generación de 1923, la que hoy preside nuestras imágenes, nuestros mitos, nuestra interpretación de la literaria y de la historia peruanas, sólo se entiende como una polémica sin tregua con la sombra de los Novecentistas!

Es Mariátegui respondiendo con sus siete ensayos a Belaunde que publicara en 1917 varios artículos sobre esos mismos temas. Mariátegui, además, es el ensayista de la generación de 1923, que ensaya una interpretación de la realidad peruana, para responder en el plano de la comprensión global del país, o la visión elitaria, positivista y pragmatista de García Calderón. Es Haya que recoge la difusión de las ideas de Rodo, por la unidad de la “América Latina”, hecha justamente por esos profesores de idealismo del 900. Es Basadre, y Porras y Sánchez, continuando los trabajos de Riva Agüero, de Wiesse; es una generación respondiendo a otra. Así, el indigenismo, tiene su origen en los primeros trabajos de Riva Agüero, en los ensayos de Encinas sobre legislación indígena; la cuestión social, que ocupa a los hombres de 23, se preludian en los trabajos de una Manzanilla; la preocupación por la educación, en los de Villarán.

Pero no es la intención de esta nota reivindicar por completo a esa generación. Constato tan sólo a la ocasión de la desaparición de Belaunde, el sino trágico que los rigió y los separó, en parte, del país real y su cultura.

¡BALANCE Y LIQUIDACIÓN!

Es preciso restablecer el equilibrio. El equilibrio roto desde hace años por una actitud batalladora pero parcial, por un libro injusto como el escrito por Luis a. Sánchez, que condensa el humor de esos días: “Balance y Liquidación del 990”. Sin publicar sus obras, sin incorporarlos a nuestra cultura cuotidiana, sin librarnos de los prejuicios que pesa sobre ellos, no es posible reconstruir el cuadro espiritual de la vida peruana de este siglo. Es tiempo que la obra de la generación del 900 emerja de la penumbra. A la cual muy interesadamente la sometió los críticos que llegaron al quehacer peruanista en la altura de los años 23. No fueron ellos, sin embargo, los hombres que crecieron bajo el oncenio, los primeros en intentar la comprensión global, totalizante de la sociedad peruana. A los positivistas, que introdujeron Comte y Spencer, que leían a Tarde y a Wundt, corresponde ese mérito. Nuestros primeros científicos sociales fueron en realidad, los positivistas. Los primeros, no digo que los más acertados. Queda en pie pues la necesidad de una empresa: la reconstrucción del proceso ideológico en el Perú contemporáneo. Entonces, los méritos de V.A. Belaunde y su generación serán más visibles por encima de críticos interesados y de fiebres generacionales.

BELAUNDE: EL ORIGEN DE UNA ESCUELA DE SOCIOLOGÍA PERUANA

Víctor A. Belaunde ha muerto. Y pienso en su generación: el viaje por la Sierra de Riva Agüero; a mula; los ensayos claros, cartesianos, bien dibujados, de García Calderón; la obra del mismo Belaunde, que inicia entre nosotros con criterio realista, la preocupación por el problema indígena (La Realidad Nacional) sus ensayos sobre la clase media, y el estado funcional. Y sobre todo, la búsqueda de las características, escondidas, hondas, de la nacionalidad.

¿No fue Belaunde quien pauteó una posible escuela de sociología peruana al señala que el país era dominado por una “plutocracia costeña, una casta militar y un caciquismo parlamentario”?

-Y confieso hallar, por momentos en esa generación una plenitud de síntesis de la que careció la de los años 1919-31. Generación la del 900 que vivió una altura de los tiempos, una plenitud histórica, de la cual Belaunde desde entonces hasta su muerte, ha dado diario y abrumador testimonio.

Debo decir por último, que la derivación del Maestro hacia los temas internacionales no fue sino una consecuencia de ese exilio del Perú, fruto de esa querella de generaciones. El verdadero Belaunde está en sus libros de ensayo, los de 1914, 1917 y 1931.

LOS NIETOS DEL 900

(Otros hablarán, Maestro, de tu obra de profesor trotamundos, de diplomático, de humanista. Habrá quienes, recordarán al político: desterrado por Leguía, al polemista frente a Manuel Seoane en la Constituyente de 1933; no faltará quienes contarán tus anécdotas. Es inevitable, está dentro de los ritos: saldrá a relucir tu encuentro con Vishinsky en las Naciones Unidas.

-Muchos invocarán –por último-, la amistad que desperdigaste generoso. Nada de esto debe salir en esta nota. Nuestra misma amistad es algo que queda entre tu sombra y mi conciencia.

Pero no es eso lo que interesa. Quizá, te interese ahora que dialogas con las Grandes Sombras saber que por curiosa paradoja los nietos del 900, habrán de leer tus libros. Que quizá así, García Calderón será traducido. Que con la ocasión de tu muerte se levantará el veto a los novecentistas, en la final reconciliación y síntesis que es toda cultura. Que es la cultura del Perú).

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